Primero
fue el acertijo y, cuando este se arropó con el verso, nació la adivinanza.[1]
Los verdaderos acertijos son los que
requieren soluciones inusuales.
INGENIO. "Es
la ciencia de engendrar ideas no convencionales".
La
finalidad del ingenio es frecuentemente la resolución de acertijos.
De
la mañana a la noche, nos vemos permanentemente enfrentados a acertijos, generalmente
ideados para la recreación y el pasatiempo.
La curiosa tendencia a proponer acertijos no
es peculiar a ninguna raza ni a ningún período de la historia. Es simplemente
innata a cualquier hombre, mujer o niño inteligente.
Los
teólogos, científicos y artesanos están permanentemente ocupados en tratar de
solucionar problemas, mientras que todo juego, deporte y pasatiempo se basa en
problemas de mayor o menor dificultad.
La
pregunta espontánea planteada por un niño a su padre, por un ciclista a otro
mientras toman un breve descanso; por un jugador de cartas durante la hora de
comer, o por un navegante mientras examina perezosamente el horizonte, es
frecuentemente un problema de considerable dificultad. Resumiendo, todos
estamos proponiéndonos acertijos unos a otros, todos los días de nuestras
vidas, no siempre sabiéndolo.
Un buen acertijo debe exigir el ejercicio de
nuestro mejor ingenio y habilidad, aunque cierto conocimiento de matemáticas y
alguna familiaridad con los métodos de la lógica son frecuentemente de gran
ayuda en la solución de estas cosas. Aun así, a veces, sucede que una dosis de
astucia y sagacidad naturales son de considerable valor. Porque muchos de los
mejores problemas no pueden resolverse por ningún método escolástico conocido,
sino que deben atacarse por lineamientos completamente originales. He aquí por
qué, luego de una larga y amplia experiencia, uno encuentra que determinados
acertijos a veces serán resueltos con más facilidad por personas que sólo
tienen buenas facultades naturales, que por las más cultas. Los mejores jugadores
de juegos de ingenio tales como el ajedrez y las damas, no son matemáticos,
aunque es posible que ellos tengan mentes matemáticas sin desarrollar.
Es
extraordinaria la fascinación que un buen acertijo ejerce sobre mucha gente.
Sabemos que es un asunto trivial, y, aún así, nos sentimos impulsados a dominarlo;
y, cuando lo hemos logrado, nos inundan un placer y una sensación de
satisfacción que son recompensa suficiente para nuestros esfuerzos, aunque no
haya premio alguno.
¿Qué
es este misterioso encantamiento que muchos encuentran irresistible? El hecho
curioso es que en cuanto el enigma ha sido resuelto, el interés generalmente
desaparece. Lo hemos logrado, y esto es suficiente. Pero, ¿por qué hicimos el
intento de resolverlo? La respuesta es simplemente que nos da placer buscar la solución. Un buen
acertijo, al igual que la virtud, es su propia recompensa. Al hombre le fascina
verse enfrentado a un misterio y no es enteramente feliz hasta que lo ha
desentrañado. Nunca nos gusta sentir nuestra inferioridad mental respecto a quienes
nos rodean. El espíritu de rivalidad es innato en el hombre. Estimula al niño
más pequeño, en los juegos y en el estudio, para mantenerlo al nivel de sus
compañeros, y, en la vida adulta, convierte a los hombres en grandes
descubridores, inventores, oradores, héroes, artistas, y, si tienen espíritu
materialista, quizás millonarios.
La gente generalmente comete el error de
confinarse a un pequeño rincón del Reino de los Acertijos y de esa forma pierde
oportunidades de nuevos placeres que están al alcance de la mano. Unos se dedicarán
a los acrósticos y otros acertijos de palabras, otros se dedicarán a los
rompecabezas matemáticos, otros a problemas sobre el tablero de ajedrez y así
sucesivamente. Esto es un error, porque restringe nuestro placer, y desdeña
aquella variedad, que es tan saludable para el cerebro. Además, hay una utilidad
práctica en la resolución de acertijos. Se supone que el ejercicio regular es
tan necesario para la mente, como lo es para el cuerpo y, en ambos casos, no es
tanto de lo que hacemos, sino del hecho de hacerlo de lo que extraemos un
beneficio. La caminata diaria recomendada por el médico para el bien del cuerpo
o el ejercicio mental diario pueden, en sí, parecer una gran pérdida de tiempo,
pero a la larga resultan muy beneficiosos. Los acertijos mantienen la mente
alerta, estimulan la imaginación, y desarrollan las facultades de razonamiento.
Y no sólo son útiles en esta forma indirecta, sino que muchas veces nos ayudan
directamente, enseñándonos pequeños trucos y "artimañas", que pueden
aplicarse a los asuntos de la vida en los momentos más inesperados y de las
formas más insospechadas.
[1] En
el siglo XIX, Fernán Caballero, en su obra “Cuentos, oraciones y adivinanzas
infantiles” (1878), los acertijos populares que recoge están en verso.
aparece al comenzar el dia se ausenta por la noche lo encontramos en la oscuridad y no lo vemos con la luz
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