EL REY Y EL PRIMER MINISTRO.
En un lugar muy lejano, un rey se enfadó de tal
manera con su primer ministro que le condenó a muerte, permitiéndole salvarse
si su hija mayor, considerada como la más sabia del reino, venía a la corte “ni
de noche ni de día ni desnuda ni vestida ni a pie ni a caballo”.
Y he aquí que la ingeniosa
joven se presentó en palacio: a la hora del crepúsculo, envuelta en un camisón
de fino lino y sentada a horcajadas sobre la espalda de un fornido criado.
El rey, sorprendido, perdonó a
su primer ministro y le repuso en su cargo pensando para sus adentros, que el
que tiene hijas tan astutas debía ser un hombre muy valioso e inteligente.
Hola Jesús soy Lucio.
ResponderEliminarEnhorabuena. Te seguiré.
Saludos.