Carlos
contaba a Óscar todo aquello que había presenciado en una sesión de espiritismo
y decía: “Una mesa redonda de tres patas, siete sillas de estilo inglés y
una lámpara de brazos constituían el decorado. El contorno de la mesa, en cuyo
centro sobresalía un vaso de cristal tallado, estaba formado por letras y
números sin orden secuencial. El conjunto ofrecía el aspecto de un extraño
reloj. Siete dedos índices confluían sobre el vaso sin apenas tocarlo. El
silencio presidía la
sesión. Cuando la penumbra se adueñó de la sala, comenzó la sesión. Se notaba, a
través de las manos, el sustrato existencial de los presentes. Todo estaba
dispuesto para que los espíritus tomaran la palabra. La médium,
conocedora del último desastre afectivo que sufrí, preguntó al más allá el
nombre de la futura princesa de mi vida. El temblor de algunos fue perceptible
por el coro, el vaso empezó a moverse y la mesa a cojear. Después de unos
instantes de vacilación, el vaso se detuvo en la letra M ; luego en la A y, poco a poco, letra por
letra, completó un nombre de mujer, MARÍA, una de las asistentes, sufrió una
lipotimia. Su destino había sido marcado por los espíritus”.
Óscar, que escuchaba muy atento,
le interrumpió de forma tajante: “Tu relato contiene algo falso”.
¿Opina Vd. igual que Óscar?
Me parece que lo falso es que la mesa cojeara, con tres patas no puede cojear.
ResponderEliminarEl relato contiene algo falso. Una mesa de tres patas no puede cojear. Geométricamente, el plano queda definido por tres puntos, los tres puntos son las patas de la mesa y el plano es el suelo. Por tanto las tres patas siempre estarán alineadas y posarán sobre el suelo sin posibilidad de cojear.
ResponderEliminarLas mesas de tres patas no cojean.
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