La estridente
sintonía de uno de los últimos noticiarios de la noche despertó a Walter, que
se encontraba plácidamente transpuesto en su sillón favorito, junto al viejo
televisor.
Visiblemente
alterada, la presentadora se dispuso a leer una noticia de última hora que
había llegado a la redacción.
Walter se
sobresaltó repentinamente. ¡Oh, Dios mío!, pensó.
Como perseguido
por el mismo diablo, pulsó el interruptor de la luz del piso superior y subió
cuan presto pudo las escaleras que a éste conducían.
Una vez allí, se
encaramó sobre la barandilla y alzó la vista hacia el horizonte.
Casi compulsivamente, con un gesto mezcla de rabia y dolor, volvió
a bajar la vista al suelo y maldijo su suerte.
En un único
momento quiso llorar, quiso gritar, quiso desaparecer.
Walter sacó de su
bolsillo un pequeño revólver, lo acercó a su sien y apretó el gatillo.
Su cuerpo ya inerte golpeó la barandilla y con una pirueta diabólica giró, cayendo al vacío hasta ir a parar a la misma puerta de su casa.
Su cuerpo ya inerte golpeó la barandilla y con una pirueta diabólica giró, cayendo al vacío hasta ir a parar a la misma puerta de su casa.
¿A qué se dedicaba
Walter y qué noticia escuchó en la televisión poco antes de su muerte?
Era farero y se olvidó de encender el faro, provocando un accidente.
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