Frecuentemente se obtienen resultados en
apariencia imposibles por no prestar suficiente atención a los detalles importantes,
o por prestar demasiada a los que no la merecen.
Veamos unos cuantos ejemplos de este tipo sin
molestarnos en discutir su solución.
PESO
DEL NORTE, PESO DEL SUR.
Los
gobiernos de dos países vecinos, llamémosles Norte y Sur, tenían un acuerdo en
virtud del cual un peso de Norte valía también un peso en Sur, y viceversa.
Pero,
un buen día, el Gobierno de Norte decretó que en lo sucesivo el peso de Sur no
valdría en Norte más que noventa centavos.
Al día siguiente, el Gobierno de Sur, por no
ser menos, decretó también que en adelante el peso de Norte no valdría en Sur
más que noventa centavos.
Vivía
en una ciudad situada en la frontera que separaba ambos países, un joven avispado.
Entró en una tienda situada en Norte, compró una maquinilla de afeitar de diez
centavos y la pagó con un peso de Norte. Como vuelta le dieron un peso de Sur,
que allí no valía más que noventa centavos. Cruzó la calle, entró en otra
tienda situada en Sur y compró un paquete de hojas de afeitar de diez centavos,
pagándolo con el peso de Sur. Le devolvieron un peso de Norte.
Cuando regresó a su casa, tenía, como al salir, un peso de
Norte, y además lo que había comprado. Y cada uno de los comerciantes tenía en
su caja registradora diez centavos más.
¿Quién
había, pues, pagado la maquinilla y las hojas de afeitar?
Una señorita un poco atolondrada, entró una
vez en una joyería, escogió un anillo que valía 5 euros, lo pagó y se marchó.
Volvió a presentarse en la tienda al día siguiente, y preguntó
si podía cambiarlo por otro. Esta vez eligió uno de 10 euros, le dio
melosamente las gracias al joyero, y ya se marchaba cuando éste le pidió otros
5 euros.
Ella hizo notar muy indignada que el día anterior le había
pagado 5 euros, y que ahora acababa de devolverle un anillo que valía otros 5
euros, y que por tanto no le debía nada.
Al
decir esto salió majestuosamente, mientras el joyero, atónito, se quedaba
echando la cuenta de la vieja.
LA
DOCENITA DEL FRAILE.
Cierto fraile mendicante se presentó en una
huevería a comprar una docena de huevos.
Fraile:
Como son para distintas personas me va a hacer el favor de despachármelos
separados, en la forma que yo le diga: Para el padre prior media docena (y la
separó); el padre guardián me encarga un tercio de docena (y agregó cuatro); y
para mí, que soy más pobre un cuarto de docena. Tomó tres más, abonó la docena
y se marchó.
Dicen
que repitió la suerte varias veces, hasta que la cándida dueña se percató de la
argucia del fraile.
A un pequeño hotel llegó un grupo de siete
hombres un poco quisquillosos, que pidieron los acomodaran para pasar la noche,
pero cada uno en una habitación.
El
hotelero admitió que sólo le quedaban seis, pero que creía poder alojarlos como
deseaban.
Se
llevó al primer hombre a la primera habitación y le dijo a uno de los otros que
le hiciera compañía un momento.
Llevó
entonces al tercer hombre a la segunda habitación, al cuarto hombre a la
tercera habitación, al quinto a la cuarta, y al sexto a la quinta.
Volvió
entonces a la primera habitación, llamó al séptimo hombre y lo condujo a la
sexta habitación.
Ya
se había, pues, cuidado de los intereses de todos, ¿o qué pasó?
El día 17-12-2012 apareció la siguiente entrada que recomiendo ver.
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