Ser sonámbulo le
había traído a don Manuel más de algún disgusto.
Con los años se
había acostumbrado a vivir con ello.
Pero después del
último cambio de piso su problema había empezado a resultar especialmente
molesto, especialmente para doña Paquita, su mujer.
Desde entonces don
Manuel se levantaba noche tras noche, totalmente sonámbulo, abría la puerta de
casa y salía a dar una pequeña vuelta.
Doña Paquita, harta de que su marido se largase a las tantas
de la madrugada a dar un garbeo por el pueblo con pijama y batín, había
infructuosamente buscado una solución al problema.
Acordó con su
marido cerrar la puerta con llave, pero don Manuel las cogía al levantarse de
madrugada y salía igualmente.
Del mismo modo
probaron a cambiar las llaves de sitio, pero don Manuel las encontraba siempre,
estuvieran donde estuvieran.
Finalmente, doña
Paquita pensó en esconder las llaves en algún lugar complicado, pero no se
fiaba de su mala memoria, y ni siquiera sabía leer ni escribir para anotar su
localización.
Cuando estaba por
darse por vencida, se le ocurrió una eficaz manera de acabar con los molestos
viajes sonámbulos de su marido.
¿Cuál fue la
solución final adoptada por doña Paquita?